Un Yaris Naranja
Un cuento con olor a coco y sexo adolescente. Un dato dramático. Una comedia romántica.
Algo que escribí esta semana.
Adriana nunca se sentía tan linda como cuando iba de copilota en ese Yaris naranja. Y nunca se despertaba temprano y contenta, a menos que fuera para ir a pasar el día a la playa.
El sol siempre empezaba a asomar cuando ya estaban en la última parada, recogiendo a Alejandra en el estacionamiento de su edificio, y para el momento en que cruzaban el último túnel que los separaba del mar ya había desaparecido toda la frescura matinal. Los rayos picantes entraban a las trompadas por los vidrios sin papel ahumado.
A las 3 o 4 de la tarde ya estaban todos borrachos, quemados y roncos de tanto gritar por encima de las olas y del merengue que salía por las cornetas tristes del pobre Yaris.
Ernesto insistía hace rato para que Adriana cediera y se dejara coger. Ya habían hecho todo lo demás, cada uno había visto, tocado, lamido y chupado las diversas partes del cuerpo del otro, por meses, pero la paciencia de Ernesto empezaba a agotarse. Adriana lo notaba por la fuerza que aplicaba cuando ella lo esquivaba. Cada vez empujaba con más ganas su rodilla, tratando de separar las piernas que ella apretaba cuando el peligro acechaba demasiado cerca. Lo notaba también en el tono irritado de él, que ya no se reía cuando ella cortaba los toqueteos en seco y le hacía algún chiste dulce para cambiar de tema.
Esa tarde seguían sonando las trompetas poderosas del merengue de Olga Tañón, y la segunda botella de Malibú estaba por terminarse, cuando él la llevó de la mano y a los besos hasta al asiento trasero del Yaris, aprovechando que el resto se estaba sacando fotos en las piedras del rompeolas.
A ella le gustaba sentirse deseada, notar el brillo obsceno en los ojos de él mirándola en bikini. Ni siquiera estaba segura ya de por qué se le seguía negando. La única explicación posible eran las ganas de resguardar su última carta, mantener el himen como la zanahoria con la que lo hacía correr.
Estando en traje de baño fue más difícil retrasar las cosas. En un minuto ya estaban casi desnudos, y en el espacio reducido del carro no le quedaba mucho espacio para maniobrar, cuando Ernesto la encaró decidido y demasiado borracho para detenerse. La ignoró la primera, la segunda y la tercera vez que le dijo que no.
Adriana todavía no sabe cómo, pero con un par de movimientos se escurrió debajo de él y al salir del carro respiró profundo como quién sale del agua. Indignada, avanzó a pasos largos hasta el mar, acomodándose las partes del bikini en cada zancada.
Entró al Caribe revuelto de la tarde con tanto miedo y tanta bronca que saltó los rompientes de las olas, siguió hasta que dejó de hacer pie y se sumergió debajo de la espuma para lavarse todo. Cuando quiso salir, la siguiente ola la sorprendió con un cachetazo y lo que debía ser una bocanada de aire fue en realidad un torrente de agua salada que le entró directo a los pulmones.
Dio vueltas adentro de las olas, perdiendo la orientación. ¿Quién carajo sabe qué es cielo o qué es arena cuando todo es agua?
Entendió que no se moría porque no veía pasar su vida ante sus ojos, pero solo pensaba en respirar. Aire. Aire. Aire. Por fin, sacar la cabeza y sentir el aire.
Lo siguiente fue rápido. Los brazos desconocidos que la rodeaban, el salvavidas naranja en forma de bala, como el de Guardianes de la Bahía. La paz de sentirse arrastrada hacia la orilla por una fuerza superior. La cara de Ernesto, con una mano agarrándose la cabeza y la otra agarrando el vaso, allá a los lejos, junto al Yaris. El llanto de Alejandra y las otras, desde la orilla.
Y al fondo de su cabeza, los pensamientos rebotando, como la premonición de un tormento. Casi me muero como una estúpida. Casi me muero como una tarada. Casi me muero como una carajita pendeja. Casi casi me muero virgen.
Imagen generada por inteligencia artificial. Gracias, Dall-e.
Una cosa que aprendí esta semana - #29
En 1950, Venezuela tenía el PBI per cápita más alto de Iberoamérica. Era el país más rico de la región, seguido (aunque por lejos) por Argentina.
Venezuela (7.462 $)
Argentina (4.945 $)
Cuba (4.107 $)
Brasil (3.912 $)
Uruguay (3.552 $)
Algo que estoy viendo / leyendo / oyendo esta semana - #29
Si cumpliera con la intención de organizar mi lista de películas / series / libros pendientes por tema, a esta película podría incluirla varias categorías: comedias románticas, estética linda y peliculasligerasperobienhechas.
Amor en Rye Lane (2023) ocurre en Londres, y vemos mucho a la ciudad, porque los protagonistas se mueven de un lugar a otro, eso siempre me gusta en una película. La dirección de arte es impecable, y el diseño inglés está siempre presente: moda, arquitectura, deco, vos pedilo.
La historia es sencilla, una versión moderna y colorida de chico-conoce-chica. Un tipo sensible y una extrovertida aspirante a diseñadora de modas se conocen de un modo muy peculiar, y descubren que ambos se están recuperando de malas rupturas amorosas.
Súper recomiendo para un día gris, o una nochecita tranqui entre semana. Te vas a reír y te van a dar ganas de viajar a Londres :) Está en Star plus.