Bitácora de la desconexión.
Interrumpimos la programación habitual durante este mes, pase y entérese del chisme.
El primer día de febrero desinstalé la aplicación de Instagram de mi celular. Meses antes había desinstalado la de Twitter, la intención era dejar de usarlo con frecuencia, y aunque bajé un poco el consumo, la verdad es que seguía entrando a esa red desde el explorador web.
Decidí usar el termino “consumo” en el párrafo anterior con intención, hace rato que mi relación las redes sociales es adictiva y problemática. Lo sé yo aunque no lo sospeche nadie más.
Hace meses que fantaseaba con dejarlas pero no me atrevía. Atreverme es un verbo que también uso con intención. Dejar de usar redes sociales se me presentaba como un desafío, algo complejo y difícil para lo que tenía que armarme de valor.
Me decidí finalmente, un poco porque ese es mi proceso, tomo decisiones lentas, luego de analizar y sobreanalizar todas las posibilidades. Y otro poco porque febrero es el único mes con 29 días en el año, “no son ni siquiera 30 días” pensé dándome ánimos.
El experimento es relativamente sencillo: desinstalar las apps y no entrar tampoco desde el explorador web, ni a Twitter ni a Instagram, Facebook no es un problema porque hace años que dejé de usarlo. La única excepción es el trabajo, algunas de mis responsabilidades pueden implicar que “mire” un video o una publicación de algún cliente, pero para eso tengo una cuenta diferente que uso desde mi perfil profesional.
Como además de adicta soy escritora, empezó entonces mi detox digital y la correspondiente bitácora para registrar el experimento. Bienvenides.
29 días sin redes sociales: Una bitácora de la desconexión.
Día 0.
Me pareció prudente avisarle a mi familia y amigos más cercanos que no iban a encontrarme estos días en las redes.
Tener que "avisar" que te bajas es raro. Curioso, al menos. Recibir felicitaciones, más. ¿Qué onda? ¿Si a tanta gente le parece genial que me baje por qué seguimos todos ahí? ¿o es sólo algo que sienten que tienen que decir?.
Mi madre se angustió un poco, porque pensó que directamente no se iba a poder comunicar conmigo durante un mes entero. Mi hermana se preocupa por lo que pasará con nuestros intercambios diarios. ¿Y ahora cómo te aviso cuando estoy pensando en ti?, siento que me dice. Como si no pudiera decirlo directamente.
También hay excusas, como si mi decisión los afectara a ellos. “Yo no podría, es imposible para mí por x razones”, me dicen, como si yo los estuviera invitando a abandonar conmigo.
Lo peor son los silencios raros. Es posible que sea paranoia pero los siento como rechazo. Como si me dijeran ridícula. O peor, como si temieran que los estoy juzgando: ¿por qué no lo haces tú también?, si sabes que lo necesitas, ¿tienes miedo?.
Día 1.
Como si el diablo me esperara a la vuelta de la esquina, mi hermana lanza su gran proyecto en redes sociales el primer día que yo no estoy para verlo. Siento que alguien se ríe de mí.
¿Te das cuenta?, me dice mi diablo imaginario, ni vos ni nadie puede salirse. Pero menos vos que un poco vives de lo que se genera de esta rueda infernal. Menos vos, que la mitad de tus amigos literalmente se quedaría sin laburo si esto desapareciera.
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11:17 del día 1, marco en mis notas, es la primera vez que intento entrar a Instagram en automático. Voy y vuelvo por la galería de mi apps de mi celular varias veces hasta que me acuerdo que no la tengo más. Sonrío.
Día 2
La intención inicial era desinstalar sólo Instagram, ya no tengo Twitter, y sé que abrir links es trampa. Pero hoy tuve que desinstalar Pinterest cuando me di cuenta de que entré a ver una cosa específica y me quedé dos minutos pegada viendo otras cosas, con la misma dinámica que Instagram.
Lo mismo con Youtube. Desde la tele está todo bien, porque es otro tipo de consumo, pero hoy abrí el link de una noticia desde el celular, y en la noticia había un video de Youtube. El plan era ver el video (1 minuto 50 segundos), pero YT tiene Shorts y una vez que estuve adentro de la app caí sin querer en lo mismo. Nunca antes vi Shorts de Youtube pero luego de ver 2 o 3 seguidos desinstalé también esa app del teléfono.
Es una trampa. Un pozo sin fondo. Un dementor que te chupa el tiempo y el alma a cambio de datos a como dé lugar. Pero no pasarán. Al menos en todo febrero.
Días 3 y 4.
Fin de semana de paseo a las afueras de la ciudad, mucho verde y pileta.
El sábado mandé un par de videos y audios por Whatsapp, hasta el mediodía, y luego solté el teléfono todo el día.
Me acosté en un sillón tipo 22hrs, con el cansancio lindo del día de pileta, agarré el celular por costumbre, leí dos mensajitos y como no tenía nada más que "ver" cerré los ojos "un ratito". Me despertaron un rato después para ir a la cama. No recuerdo la última vez que me dormí un sábado antes de las 23 horas. Y tampoco es que soy una adolescente fiestera.
Domingo. Abrí los ojos a las 7:45. Descansada, salí a ver la mañana y los pajaritos. Aproveché la soledad para grabar un videito de mi pies en el agua que quedó guardado en mi galería aunque era ideal para Stories. Mandé unos mensajes por Whatsapp, luego abandoné el celular hasta la tarde que revisé mensajes de nuevo. En el viaje de vuelta lo usé para oír y mandar un par de audios.
Uno de mis amigos más amados me escribió a la tardecita para saber de mí. Me dijo que como no nos estábamos viendo "en redes" quería saludarme. Hicimos planes para vernos en la semana. Me hizo muy feliz.
Llegué a casa a las 20 horas. Agotada. Prendí la tele y me tiré en la cama. Desperté el lunes con mensajes sin leer, eran de las 21:30, así que asumo que me dormí antes de eso. Creo que nunca en mi vida adulta me dormí antes de las 21 30.
No tuve que recargar la batería del celular en casi 48 horas.
Día 5.
Me siguen compartiendo links por mensajitos, y tengo que avisar que no voy a verlos.
Entiendo que es la forma más fácil de comunicarnos, que todos lo tenemos incorporados, que es casi una muletilla, una excusa para empezar una conversación o para decirle a otro "esto me hizo pensar en ti".
Confirmo que los que yo quiero me quieren, porque se toman la molestia de hacer la captura, para que pueda ver lo que quieren mostrarme sin romper mis propias (y arbitrarias) reglas.
Lo leo como un mensaje encubierto, siento que me quieren más. Como que para el resto de la gente alcanzan los links, pero yo valgo una captura de pantalla. Siento también que me lo merezco.
Día 6.
Abrí un link en un mail sin saber que me llevaría a Instagram. Cuando me di cuenta de mi error respiré hondo, casi un jadeo, por el dolor de romper mi propia regla por primera vez. Cerré rápido el explorador pero ya era demasiado tarde, llegué a ver que tengo notificaciones y un mensaje esperando. No los abrí, ni siquiera me vi tentada a hacerlo, estoy segura de que no es nada importante.
El problema es que ahora sé que están ahí, y una parte linda de este experimento tenía que ver con la incertidumbre de llegar al último día sin saber qué esperar. Como cuando le dejabas el diente al Ratón Pérez y a la mañana siguiente tenías la emoción de saber si había algo debajo de la almohada. O no.
Estar segura de que hay algo debajo de la almohada no es tan emocionante como dudar. Por suerte no tengo problemas importantes, es la única explicación posible para todo lo que me genera esto.
Día 7.
Creo que que encontré el primer beneficio directo de estar gastando el tiempo en otra cosa. Desde que no scrolleo en Instagram estoy scrolleando más en las apps de citas.
Hace rato que quiero conocer a alguien y salir a tomar algo. Sé que ésta es casi mi única via posible, pero siempre priorizaba el otro consumo, y para cuando el vórtice de los reels de gatitos y recetas me dejaba libre, ya estaba demasiado cansada para dedicar más tiempo-pantalla a encontrar un muchacho interesante.
Hoy finalmente ha vuelto a suceder, un milagroso match que fluye en una linda charla y que se convierte en propuesta de cita. Era, literalmente, sólo cuestión de tiempo. Parece fácil pero.
Día 8.
En un grupo de amigos en Whatsapp mandan un video para contar un chiste, es una captura de pantalla tomada de Instagram. Sé que es por mí, porque mandarían el link directo si no, y me río sola en casa, sin ver el video porque me parece hacer trampa.
Me da ternura que mi amigo quiera seguir comunicándose conmigo via memes, aunque calculo que no entiende muy bien mi experimento.
Mi intención no es sólo dejar de entrar a las redes sociales durante un mes, sino dejar de consumirlas también. Reencontrarme con una versión de mí misma que puede conectar con otros sin "intermediarios".
Si vuelve a pasar voy a decirle que me cuente su versión del chiste, o la razón por la que decidió mandármelo, algo que nos obligue a dar una vuelta más larga.
Día 9.
Hoy a la tarde tuve mi primera recaída. Después de mi cita me vi tentada a googlear el nombre del muchacho en cuestión, el primer resultado fue su cuenta de Instagram y solo dudé un segundo antes de entrar.
Me consuelo pensando que desde el explorador de la compu no es lo mismo, no es 100% Instagram. Además, no hice nada más, no vi mensajes ni notificaciones, no me moví a ningún otro perfil.
Miré por encima las primeras fotos, solo para confirmar que estaba todo ok, que no es un padre de familia (me dijo que era soltero sin hijos), que tiene amigos y una perra (es de la raza que me dijo, tampoco en eso mintió). En fin, nada relevante, excepto que para saberlo tuve que traicionarme. No es tan grave, me digo. Y luego recuerdo que no han pasado ni siquiera 10 días.
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Abro un mail y me encuentro con una cita que parece estarme esperando:
“Stop paying so much attention to what everyone else is doing and run your own race. How much time is spent reading other people's posts on social media, watching other people's exploits in the news, listening to other people's ideas on podcasts? Go have coffee with a friend. Go make something. Go outside. All those hours spent looking at someone else's life on a screen could be used to take action in your own life." //
“Deja de prestar tanta atención a lo que hacen los demás y corre tu propia carrera. ¿Cuánto tiempo le dedicas a leer las publicaciones de otras personas en las redes sociales, observar las lo que hacen otras personas en las noticias, escuchar las ideas de otras personas en los podcasts? Ve a tomar un café con un amigo. Ve a hacer algo. Sal a la calle. Todas esas horas pasadas mirando la vida de otra persona en una pantalla podrías usarlas para tomar acciones en tu propia vida".
Palabra de James Clear. Te lo pedimos, señor.
Que hermoso leer tu experiencia. Yo venía de meses bajando el tiempo de uso de las apps hasta diciembre, cuando borré no sólo la app como la cuenta. En el primer mes leí dos libros enteros. Lo más raro que pasó hasta ahora fue la cantidad de reacciones de las personas: recibí muchos mensajes preguntandome si yo estaba bien porque no me encontraron en instagram y un par de personas que se enojaron porque pensaron que era personal y yo les había borrado/bloqueado.
¡Que potente leer esto!
Yo cerré por completo Instagram hace unos años. Escogí eliminarlo para siempre, sin siquiera tener la opción de recuperar la cuenta durante los siguiente 30 días. Sentí una parte de mi identidad irse pero volvería a hacerlo miles de veces.
Hace un año abrí un Instagram "secreto" con el objetivo de seguir tatuadoras y poco a poco me fue consumiendo, hasta que me volvió a ahogar en su mar de reels. Ahora me siento encerrada y no sé cómo salir. Sentí tu publicación como una señal para hacerlo y saber que no soy la única que tiene una sensación agridulce de habitar ese espacio.
Te recomiendo leer a Byung-Chul Han, recuerdo que me ayudó mucho en su momento lo único es que no recuerdo el nombre de los textos que leí de él.
Sientete acompañada en este proceso.